Las Jornadas “Salud Mental en una sociedad cambiante” se inauguraban ayer con la mesa-coloquio “Jóvenes y gestión emocional” en la que se analizaron temas como la salud mental en los jóvenes, el suicidio, la gestión de las emociones y la salud mental en los centros educativos y la reinserción laboral de las personas con discapacidad por enfermedad mental.

Fuente Original: eldecanodeguadalajara
La Asociación Afaus Pro Salud Mental conseguía, en la tarde de ayer, en el salón de actos del Centro Social Ibercaja, abrir un foro donde hablar abiertamente de salud mental en los jóvenes y suicidio; sobre los retos y obstáculos que se presentan en la comunidad educativa y los lastres que arrastra esta sociedad a la hora de lograr la inserción laboral de los jóvenes con enfermedad mental. Un paso fundamental para contribuir a eliminar el estigma y romper el silencio.

“Estoy convencida de que la sociedad tenemos un papel sanador sumamente importante que desconocemos, porque al final nos movemos por emociones e incluso el dolor lo sentimos de forma diferente cada persona. Las emociones juegan un papel muy importante y cuando nos sentimos arropados, queridos y aceptados, el dolor es menos dolor”, comentaba Maribel Rodríguez, secretaria de Afaus.

Esta organización, que desde 1992 lleva desarrollando numerosas inciativas, proyectos y actividades para promover la inclusión social y dar visibilidad a la salud mental, daba el pistoletazo de salida en la tarde de ayer a las Jornadas “Salud Mental en una sociedad cambiante”, organizadas junto con Fundación Madre y en colaboración con Fundación Ibercaja, dentro del programa de actos con motivo de su 30º Aniversario.

El ciclo arrancaba con la mesa-coloquio “Jóvenes y gestión emocional”, en la que participaron Francisco Javier Erroz, profesor de ciclos informativos de FP en el IES Brianda de Mendoza de Guadalajara, Cristina Rico, trabajadora social y formadora de la Fundación Empleo y Salud Mental en Guadalajara, Alberto Sanz, recepcionista en el hotel “El Sueño del Infante” que gestiona Afaus en la capital para favorecer la integración laboral y dar visibilidad las capacidad de las personas con problemas de salud mental y Alberto Gómez, periodista y superviviente de suicidio. La mesa fue moderada por la periodista de El Decano de Guadalajara, Marta Perruca. Uno de los tertulianos, Alberto Sanz, amenizó la velada tocando algunos temas al piano de cola del centro social Ibercaja.

A lo largo del acto, que contó con la presencia de la delegada de Sanidad, Pilar Cuevas, pusieron de manifiesto la evolución de la sociedad en el reconocimiento del papel que juegan las emociones en la salud de las personas, que incluso se está colando en las aulas con una asignatura sobre la gestión emocional, pero tal y como señalaba Alberto Gómez, “sigue siendo un terreno resbaladizo y a pesar de que tengamos herramientas no terminamos de usarlas bien”.

La sociedad, sin embargo, sigue opiniendo resistencia: “En la sociedad tenemos una especie de cultura que yo llamo cultura de la confrontación en la que siempre hay buenos y malos (…) al final acabamos teniendo rechazo al diferente y la alternativa es la cultura de la cooperación, basada en el respeto, en reconocer que todos somos diferentes y que puedes tener una vulnerabilidad de salud mental, física, económica o, incluso, social”, indicaba Alberto Sanz.

En esta sociedad de la prisa, como recordaba la responsable de Fundación Ibercaja, Marta Casilda, las cifras son preocupantes. Una de cada cuatro personas son susceptibles de tener un problema de salud mental; un 5% de la población padece depresión y a lo largo de 2022 fueron 4.097 las personas que murieron a consecuencia de un suicidio.

El profesor del IES Brianda de Mendoza ponía de manifiesto la ausencia de medios y de formación específica en salud mental del personal docente a la hora de poder detectar posibles problemas o incluso saber cómo actuar con aquellos alumnos con un diagnóstico.“Lo más parecido que pueda tratar este tipo de temas es el Departamiento de Orientación, que normalmente lo lleva una sóla persona. En el caso del Brianda son unos 1.700 alumnos para una orientadora, que evidentemente no da abasto”. En este sentido, Erroz considera que el profesorado podría realizar una labor muy importante “para prevenir, poder ver a tiempo si hay peligro de que se produzca algún tipo de estas situaciones y poder orientar a otros profesionales”, señalaba. También relató cómo en muchos casos los alumnos guardan silencio sobre sus problemas de salud mental, algo que no ocurre con otras patologías físicas, debido al estigma que existe, “que puede ser de sus compañeros, pero también de los mismos profesores”.

Por su parte, Alberto Sanz, como paciente de salud mental y experto en primera persona, relató las dificultades a las que tuvo que enfrentarse a la hora de reconocer que tenía un problema y a lo largo del proceso de recuperación: “En mi caso me apoyé en mi familia que fueron los que reconocieron el problema en primera instancia. Cuando estás dentro de una burbuja de paranoyas o depresión es muy difícil reconocer que tienes un problema, porque al estar dentro, no lo ves, pero también porque hay un estigma bastante fuerte que nos hace rechazar que tengamos una vulnerabilidad de salud mental”.

Alberto, que se define como filósofo y músico que ha podido superar su vulnerabilidad convirtiendo su problema en una fortaleza, recomendaba a aquellos jóvenes que, en un momento determinado se dan cuenta de que algo no marcha bien, “que lo cuenten y digan como se sienten, porque hay muchas herramientas para enfrentarse a ello”. Asimismo, señaló la inserción laboral como una herramienta fundamental en la recuperación de los pacientes de salud mental: “Es un mecanismo que ayuda mucho a personas con este tipo de patologías a reinsertarse y a socializar y, en definitiva, a sentirte integrado, que es justo lo contrario al auto-estigma”.

El trabajador de “El Sueño del Infante” relató cómo la Filosofía le ha ayudado en este recorrido para “tratar de entender lo que me pasaba y para poder luchar contra ello. Durante un tiempo llevé a cabo una introspección muy fuerte, que me ayudó a meterme en mi mundo, ser consciente de todo lo que pasaba en mi cabeza, que es un arma de doble filo, porque sufrí mucho, pero también aprendí muchas cosas (…) Por mi parte, estoy muy orgulloso de haber hecho frente a esta vulnerabilidad y de ser la persona que soy ahora, sin ocultar lo que he pasado, entendiéndolo y tratando de ayudar a otras personas para que puedan ser felices, que al final es lo que buscamos todos”.

El periodista Alberto Gómez, contó su experiencia como superviviente del suicidio de su hermano mayor, cuando él contaba sólo con 18 años. Un hecho que fue capaz de afrontar 20 años más tarde, cuando se sumó a un grupo de duelo en Barcelona, donde reside “y aquello fue una tabla de salvación que me cambió la vida”. Fue en ese momento cuando tuvo la valentía de hacer frente a sus emociones y plasmarlas en el libro “Romper el silencio”, que se publicará en febrero y en el que recoge las diferentes etapas de un duelo por suicidio.

En este sentido relató como los casos de suicidio, a menudo se ahogan en una espiral de silencio que incluso llega a desembocar en la mentira, porque a las familias les cuesta admintir, asimilar y aceptar una muerte por suicidio. “Casi todas las familias nos dejamos envolver por un tsunami de silencio, de tabú, de vergüenza y de culpa porque es tremenda esa sensación de no saber si tú pudiste hacer algo y eso te daña tanto que piensas que lo mejor es callarlo. Lo que hicimos todos, mis padres, mis hermanas y yo es hacer ver que estábamos bien y esconder las lágrimas”. El problema, señala, es que “hay más de 4.000 muertes por suicidio al cabo de un año y sólo hay que hacer las cuentas de cuántos familiares hay como yo, mis hermanas o mis padres que no van a ningún grupo de duelo, porque no se atreven”.

Por último, Cristina Rico, que desde la Fundación Empleo y Salud Mental trabaja en la formación para la inclusión laboral del colectivo con discapacidad por enfermedad mental, explicó que es importante saber en qué punto de la enfermedad mental se encuentra la persona que va a iniciar el proceso para incorporarse al mundo laboral. La enfermedad mental, normalmente, comienza a dar señales entre los 15 y 22 años, cuando la persona afronta su etapa de formación “y el comienzo de la enfermedad muchas veces hace que abandonen estos estudios o su carrera profesional y cuanto más tarden en reengancharse a una acción formativa o al mercado laboral, le va a resultar más complicado”.

La trabajadora social también señalo el estigma social como una barrera “que impide y dificulta la inserción laboral de las personas que sufren transtornos mentales” e indicó que, además, desde la Fundación han detectado que por parte de los profesionales de la salud mental e incluso de las familias existen unas expectativas bastante bajas “Ellos dudan de las capacidades que tienen los usuarios de volver a incorporarse o de iniciarse en una formación, lo que influye también en la expectativa que tiene el propio paciente de sus capacidades”. Otro de los problemas con el que tienen que trabajar es la falta de autoconocimiento de sus usuarios: “A la Fundación viene mucha gente preguntando por la formación y realmente no saben qué es lo que les gusta. Es muy importante saber cuáles son tus habilidades, tus debilidades, tus fortalezas y dónde quieres llegar a la hora de iniciar una formación”, concluye.

Las jornadas se retomarán a la vuelta de la Navidad con nuevas sesiones en las que se tratará la enfermedad mental grave y la inserción laboral de las personas con discapacidad por enfermedad mental.